PIEL TRANSLÚCIDA

Instrumentación: Flauta en Sol / Flauta en Do, Clarinete Bajo en Sib / Clarinete en Sib, Saxofón Alto / Tenor, Violín, Violonchelo y Piano.

Duración: c.a. 7 minutos.

Año de composición: 2014- 2015

Estreno: 11 de mayo de 2015. Instituto Francés de Barcelona.

Barcelona Modern Proyect.

Marc Moncusi (director)

Notas al programa:

Esta obra surge con motivo del I Curso de Composición que organiza el Institut Francés de Barcelona en
coordinación con el compositor Martin Matalón y el Ensemble Barcelona Modern Project.

Está inspirada en un cuadro de Pablo Palazuelo titulado “Segundo Cantoral III” de 1978, de ahí que esté dedicada a su memoria en el centenario de su nacimiento. La idea de cantoral remite a lo musical y esta pintura nos conduce a las partituras donde aparecen escritas las notas que significan un gesto, un tono, un timbre – como ocurre en el canto gregoriano-, una energía convertida en sonido pero que es visible aquí.

Al igual que para Palazuelo, el objeto real de la obra es la energía, y no la representación de algo perteneciente a la realidad que podamos reconocer. Una energía que es expresada mediante vibraciones, resonancias, líneas de fuerza… En esta pieza el Ensemble interactúa como un único instrumento en continuo movimiento. El trabajo tímbrico hace que esta energía se vaya transformando en el transcurrir de la pieza. Para Palazuelo la materia es energía y su objetivo como pintor y escultor consistía en lograr una plasmación plástica de los ritmos internos de la materia, considerando la geometría como medida de la materia. Como ocurre con Palazuelo, la idea de ritmo es fundamental en esta pieza, de ahí deriva la consideración de la obra como proceso, al permitir la capacidad de ordenar y transformar. Así, este tipo de obras  se manifiestan en el desarrollo y crecimiento orgánico de sus estructuras formales. Este recorrido es absolutamente lineal y previsible desde su inicio.

 

La piel cristalina, penetrable por la mirada, es uno de los hitos de la arquitectura moderna, al lograr sustituir la fachada-muro estructural portante, maciza y con limitados huecos, por una delgada epidermis de cristal que, como un vestido claro y liviano, simplemente delimita la frontera entre el interior y el exterior. Mies van der Rohe reconocía su fascinación por el vidrio: «Descubrí trabajando con maquetas de cristal que lo importante es el juego de los reflejos y no, como en un edificio corriente, el efecto de luz y sombra». Esta pieza está impregnada de este juego de reflejos que interactúan en el transcurso de ella. Este tipo de arquitectura también ha sido fuente de inspiración en esta obra.

Otro fractor importante de la pieza es su puesta en escena, pues el escenario está en penumbra. Todos los músicos tienen una lámpara que encienden en su primera intervención y apagan conformen van concluyendo en la pieza. Creando un juego de luces y sombras que conectan directamente con la música.